WIMBLEDON: LA REFINADA HISTORIA DE UNA DINASTÍA

A once kilómetros del centro de Londres, se encuentra un enigmático pueblo de 68 mil habitantes, en el que se aprecia la cultura Inglesa en su máximo esplendor. El verde césped y la elegancia blanca resuenan entre los pubs y las calles medievales que se colgaron en el tiempo. Iglesias antiguas, campos de golf y jardines florecientes son algunas de las vistas más atractivas de la zona. En un lapso de dos semanas se mantiene viva una tradición arraigada a la gastronomía, que consiste en comer frutillas bañadas con crema en selectos cafés y restaurantes. La historia tiene origen en 1911, cuando el rey Jorge V las probó en uno de los torneos y decidió sumarlas al evento. A su vez se cree que también es una forma de unir a los ricos con los pobres, como una marca registrada del verano brítanico.También es la excusa perfecta para vestirse de forma delicada sin culpa, combinando estilos clásicos y auténticos. Las gafas de sol, los sombreros de ala ancha y los paraguas vintage, son los accesorios elegidos por el público.

Wimbledon, fue el escenario en el que un joven de Las Vegas ganó su primer Grand Slam y conoció, sin saberlo, a la madre de sus hijos. El gran Andre Agassi, que alguna vez dijo: «aquí es donde sospeché por primera vez que podía ganar”. Este evento fue testigo de la vez que la reina Isabel, la “patrona” del torneo, bajó del palco honorífico para entregarle el premio a Virginia Wade, la última tenista inglesa en quedarse con el título en 1977. Incluso también, cuando en el 2000, Serena Williams le demostró al mundo que una tenista de color pudo desafiar al reinado elitista y quedarse con la corona que todos anhelan. En pocas palabras, es el espacio ideal para juntar a artistas, deportistas mundiales y allegados a la realeza a ver cómo pasa la pelotita fluorescente una y otra vez por encima de la red a máxima velocidad.

Virginia Wade, la última tenista británica en ganar Wimbledon en singles, recibió su premio en 1977 de manos de la Reina Elizabeth II

Corría el año 1877, en el All England Lawn Tennis, cuando, por primera vez, unos veintidós hombres participaron en un torneo de formato individual. Originalmente, este club había sido creado para el croquet, pero en aquellos tiempos se corría la bola de un nuevo deporte de raqueta que absorbía a los fanáticos, así se popularizó el tenis. El primer campeón fue Spencer Goore, amante del cricket y del fútbol, un hombre con poca cercanía al tenis, pero uno de los primeros en utilizar la volea como opción de juego. Unas doscientas personas contemplaron el encuentro en unos viejos y obsoletos tablones de madera, pero que alcanzó para desarrollar al máximo el deporte y expandirlo al mundo.

Un año después, se consagró campeón John Hartley, que fue considerado el único clérigo en ganar y el oponente a vencer. Sin embargo, a mediados de los años 80, un joven británico de Leamington apareció para iniciar su dinastía y cambiar las reglas del juego: William Renshaw. Su saque fuerte, juego dinámico y smash infalible lo inmortalizaron como

el “padre fundador del tenis”. Cosechó siete victorias –seis de forma continua– y catorce títulos de Wimbledon, bajo su época dorada. Hoy en día mantiene ese récord que ninguno pudo alcanzar. Los que más se acercaron fueron Bjorn Borg y Roger Federer con 5 victorias cada uno. William Renshaw junto con su hermano Ernest fueron los pioneros y los que más importancia le dieron al tenis en esa época, llegando a jugar dobles y limpiando a sus rivales sin despeinarse. Además, lograron que se empiece a masificar la práctica en distintos clubes y colegios de tal manera que construyeron gradas con capacidad de hasta tres mil personas.

Hasta ese entonces, el All England solo aceptaba a hombres de poder económico y de genes sajones. Pero todo cambió, cuando en 1884, la organización dio un giro inesperado, ya que decidieron agregar un torneo femenino individual de trece participantes, pero con una condición: tendría que iniciar una vez terminado el torneo másculino. El cambio cultural fue más fuerte que el reglamento y la final la disputaron las hermanas Maud y Lilian Watson, hijas de un vicario de Warwickshire. La primera campeona de Wimbledon de mujeres terminó siendo la joven Maud de 19 años, quien festejó como premio, con una cesta de flores de plata. 

Para el año 1887, resurgió entre los suburbios de Bebington, una de las figuras más trascendentales del deporte Inglés: Charlotte “Lottie” Dod. Proveniente de una familia, en la que desde muy chica, le inculcaron el amor por el deporte a ella y a sus tres hermanos. “Lottie”, es considerada la campeona de Wimbledon más joven de la historia con 16 años y 285 días. Además ostenta cuatro campeonatos, entre 1888 y 1893, perdiendo un solo set en cinco años. Como si fuese poco, también se coronó en el Campeonato Británico Amateur de Golf. Fue parte del equipo nacional de Hockey del Reino Unido y ganó una medalla de plata en los Juegos Olímpicos de 1908, en tiro con arco. Por estás razones, según los récord guinness, es venerada como una de las atletas más brillantes de la historia.

Wimbledon tenía todo para ser el refugio soñado de los ingleses, las bases eran fuertes, a la gente le gustaba el tenis y ya habían ídolos a seguir. Solo faltaba una buena ubicación para poder gozar de grandes espectáculos y de historias por contar. Es así que en 1922 se trasladó la sede a Church Road, con una aprobación de 91 a 27 socios. Al principio la capacidad albergaba 3250 personas y la estructura contaba con similitudes a una cancha de fútbol con grandes aberturas y gradas cubiertas de cada extremo. Con el correr de años y de la sinergia por el deporte, el número de espectadores aumentó a 7500. Incluso se construyó una segunda cancha auxiliar en el sector oeste para mayor concentración.

A pesar del crecimiento del tenis y de la cercanía con países hermanos, no todo era color de rosas. Llegó la década del 40 y durante seis años, Europa se sumergió en la puertas de la segunda guerra mundial en un contexto que afectó a millones de personas y frenó la actividad deportiva. Varios de los edificios imponentes de Londres, fueron bombardeados, como el Big Ben y el palacio de Buckingham. Para colmo, Wimbledon no fue la excepción. Más de 1000 bombas cayeron sobre el barrio, dejando un saldo de 14000 mil viviendas destruidas. Desafortunadamente, un misil, impactó sobre la pista central, golpeando una esquina de las esquinas, con un total de 1200 asientos destrozados.

Bombardeos sobre Londres por parte de la aviación nazi el 7 de septiembre de 1940

Terminada la guerra, el  campeonato volvió a ver la luz en el verano de 1946, cuando el comité de la organización decidió apostar otra vez por el césped luminoso. De esta forma, Wimbledon pasó a ser el torneo más importante y codiciado del mundo. Un lugar en el que la tradición se respeta, pero que ahora invita a participantes de todo el planeta a desafiar la investidura Inglesa.“Ni siquiera en estos últimos cien años de guerras, genocidios, catástrofes naturales y hasta una pandemia mundial pudieron poner en veda al torneo más antiguo del mundo del tenis”.